Por Sergio Osiroff para EL PROVINCIAL Radio.

CON EL MAYOR DE LOS RESPETOS

No formularemos una descripción cronológica del viaje descubridor. La propuesta es tratar de identificar, o al menos esbozar, los motivos de la denigración a la que está siendo sometida actualmente la figura de Colón. Poniendo de relieve, en lo posible, aspectos que contribuyan a visualizar tanto el contexto y magnitud de la aventura, como sus aristas humanas.

Ya es bastante con que el relativismo vigente haya sentado a Colón en el banquillo de los condenados, como para que lo sometamos en estas líneas a un nuevo juicio moral. De modo que deliberadamente nos eximiremos de valorarlo tanto con los criterios del siglo XXI, como desde perspectivas negrolegendarias. Dicho esto, valga la aclaración, con todos y cada uno de los respetos por incumbencias de historiadores, pedagogos, académicos, comunicadores, políticos, justicieros retroactivos y demás firmas autorizadas para opinión todoterreno y adoctrinamiento educativo.

DISPARATE

En esta reflexión sobre el 12 de octubre, vamos a postular un despropósito: suponer que, posiblemente, Colón esté pasando por un proceso que tiene algunos puntos de contacto con el que le cupo a Cervantes, particularmente desde la Ilustración y la proliferación de las literaturas comparadas provenientes del Norte de Europa.

UNA PIEDRA EN EL ZAPATO

Al grano: Cervantes resultaba una figura incómoda para la elevación de Shakespeare al trono de la literatura universal. Cosa que naturalmente le correspondía al último, por inglés. Del mismo modo, en el campo de las grandes exploraciones, que haya sido española la aventura que dio con el descubrimiento de América, ciertamente acarreaba un hecho perturbador para una historia en la que a España le toca simbolizar y sintetizar, en exclusiva, la brutalidad, el oscurantismo y la cerrazón mental ante la ciencia. Todo ello frente al marco de libre contrapunto de ideas, exploración por puro interés científico y desarrollo de sociedades de la Europa puritana (y sus subproductos mundiales).

Y así como Drake legó su nombre al espacio oceánico que separa América del Sur de la Antártida, por más que Francisco de Hoces lo navegara medio siglo antes, el relato predestinado a convencer guardaba también, para la puja de las letras, una carta bajo la manga. La carta escondida, en el caso del Quijote, era interpretarlo en código cómico. Para esparcirlo solemnemente, predigerido entre risas y disparates, a través de la publicidad de los intelectuales. Hay muchos modos de desvalorizar las acciones y elaboraciones de otros, pero sigamos adelante y no nos entretengamos por minucias de la corporación de inteligentes. Siempre se encuentra, entre ellos, voluntariosos a la hora de contribuir a la autodenigración.

SIERVOS PARALELOS

Colón, entre otras acusaciones presentadas ante el juzgado negrolegendario (de instancia única), es vituperado como introductor de la esclavitud de los pueblos indígenas. Ciertamente lo fue. Mejor dicho, fue el primer comerciante europeo de esclavos indígenas. La aclaración vale, porque la esclavitud ya existía en América, siendo alegremente ejercida por pueblos que sojuzgaban a otros. Lo mismo que en otras partes, tiempos y sociedades del mundo.

A Cervantes, en cambio, le tocó en su momento ser capturado por corsarios musulmanes, y esclavizado durante cinco años en Argel, hasta ser liberado luego del correspondiente pago. En buen romance: eran épocas de esclavitud y negocios de esclavos. Tanto en el Mediterráneo, como entre pueblos americanos con anterioridad a la llegada de Colón (que, por lo expresado, no introdujo nada nuevo al respecto).

MOTOR DE LA HISTORIA

Y es que la esclavitud fue uno de los engranajes económicos de la historia humana. Tanto, como puede serlo hoy tener millones de desempleados a disposición, haciendo cola por un trabajo. Cosa que, por cierto, resulta más barata que proveerles de casa y comida a esclavos. Estos generan gastos que el patrón solo puede deducir cuando, de viejos y ya amortizados, en un gesto de austera humanidad puede concederles la libertad. 

MEDIO AMBIENTE PARA POCOS

El publicitado paraíso de la libre contratación de empleo, consiste básicamente en que unos aporten libremente su libertad, y otros obligatoriamente sus obligaciones. Los que aportan obligatoriamente sus obligaciones son instados a la distracción del hedonismo, mientras reciben el mandato de no hacerse cargo y tener pocos hijos. Ecuación sencilla: cuanto más reducidas son las familias de los trabajadores, menos incentivo tienen por pelear mejores salarios, y menores son los costos de producción.

Por añadidura, achatando la curva de crecimiento poblacional, menos riesgo tenemos de deteriorar el medio ambiente. Podemos quedarnos con la conciencia tranquila: trabajar mancomunadamente por hacer del mundo un parque nacional para poca gente, pero extremadamente comprometida con la ecología.

En rigor, con proles debidamente recortadas, los proletarios ya han dejado de ser proletarios. He aquí la lógica de la misma posmodernidad que juzga retroactivamente al Almirante, por sus acciones del siglo XV.

EN ALGO HAY QUE CREER

No exculpemos, no obstante, a Colón, porque hacerlo sería tan ridículo como condenarlo. Al menos por la cuestión esclavista. Navegante probablemente genovés, con seguridad testigo o acaso partícipe del comercio de personas, ya sufrió en vida la propia desautorización de la Reina Isabel: “Y no consientan ni den lugar que los indios reciban agravio alguno en sus personas y sus bienes, mas manden que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien”. Por si fuera poco, en 1501, los Reyes Católicos, a través de las “Instrucciones de Granada”, insistían: “Procuraréis como los indios sean bien tratados, y puedan andar seguramente por toda la tierra, y ninguno les haga fuerza, ni los roben, ni hagan otro mal ni daño”. Palabras y disposiciones que son la piedra basal de las Leyes de Indias.

Conquista cruel sin duda, como cualquier conquista, pero cuyo análisis desapasionado debiera invitar a preguntarnos, con honestidad (si algo de ella nos ha dejado el relativismo moral), qué potencia conquistadora, en América, se ha conducido con los explícitos criterios mandatorios de trato humanitario, con que lo hizo la que descubrió el continente. Unica potencia colonizadora que, desde el inicio, se dedicaba a fundar universidades, destinadas a las nuevas sociedades que se generaban en las nuevas tierras. Sin duda que tienen que haber existido brutalidades para con la población nativa, en este continente inmenso que se incorporaba a la Corona. No había cámaras de seguridad transmitiendo en tiempo real, a Madrid, los excesos que se produjeran en los lugares más recónditos y apartados de ese nuevo mundo. Pero no puede soslayarse el cuerpo de normativas específicas, en defensa de los indios, a quienes (al más puro estilo de los viejos romanos) se incorporaba como súbditos.

Hemos bebido mucha leyenda negra, de cuya resaca no podemos salir, como para seguir batiendo el parche de la bestialidad española, en contraposición con la acción “civilizadora” de la Europa puritana o la afrancesada (mayormente esclavistas y racistas, ambas, hasta hace media hora). Aunque de ello es mejor no hablar: hay que creer en lo que se nos manda. Y para que el credo que se nos impone no genere sospecha, nada mejor que su publicidad por sensibles autóctonos a sueldo. Por unas monedas, son insustituibles para adoptar como propias las sopas de letras que les mandan desde el Norte. Especialmente cuando, a ese mismo Norte, los sensibles le viven planteando berrinches intelectuales.

EN EL BUZÓN, VENÍAN LOS MOLINOS

Volviendo a Cervantes, quienes todavía hablamos su lengua (hoy, en metamorfosis debidamente dirigida hacia una neolengua que, entre otras coacciones, verá el día en que a los sustantivos comunes se les provea de genitales), y como resultado del adoctrinamiento en que fuimos educados, abordamos el Quijote mediante unas lentes que resaltan comicidades, encantadores, gigantes, personajes de caballería y una serie interminable de aspectos anecdóticos y desopilantes. Pero los mismos anteojos, filtran. Y filtran tan selectivamente, que hasta impiden que el cerebro se vea afectado por el sentido de una obra que formula una crítica atrevida, y por cierto valiente, de las élites de la época. Trama en la que un pobre labrador puede tener más sentido común que su señor (cosa inédita: los pobres y miserables eran hasta entonces, a lo sumo, objeto de burla, desprecio o ridiculización literaria, como lo fueron para el propio Shakespeare. Las acciones del vulgo no eran nobles sino, a lo sumo, en adhesión a la buena causa del noble al que adhirieran).

Libro en que el autor, después de todo marino, soldado de fortuna, manco de batallas reales y no literarias, esclavo, fallido ejecutor de fugas … en definitiva … autor de vida vivida no solo de letras y teorías, se ocupa antes que de locuras y disparates, que son la pantalla, de ironizar despectivamente sobre miembros de la Iglesia, fuerzas del “orden”, gobernantes, clases acomodadas y parasitarias que conducen a la ruina general … y hasta se atreve a meterse con los servicios de inteligencia, a los que induce no se sabe bien si a valorarlos en su función de indagar en medios y planes de potencias enemigas, o a despreciarlos como nidos de alcahuetes, predispuestos a la buchonería para control social.

Si algo no hay en el Quijote, para decirlo con todas las letras, es una parodia de los libros de caballería. Si algo no hay en Cervantes es un autor que, de pura casualidad y buscando hacer una cosa, le haya salido otra.

Tanto éxito ha tenido el mandato ideológico que condena, a Cervantes, a la pena de autor casual de una obra genial, que ni siquiera nuestro Borges escapó de la trampa. Y en el caso de haber escapado, como brillante sofista que fue, simuló lo contrario, explotando la veta que le convenía. Difícil saberlo.

UNA DE DOS

Lo importante es que la clave paródica de la novela de Cervantes, no puede responder sino a una de dos alternativas. Una imposición interesada, por un lado, o una lectura escasamente aguda por el otro. La primera, es decir el implante deliberado de la interpretación cómica de la obra, requiere de una estrategia inteligente. Y de publicistas. No cualquiera puede elucubrar la maniobra.

En cambio, para asumir que Cervantes quiso parodiar libros de caballería, saliéndole de pura fortuna una obra monumental, es suficiente con haber sido sometido insistentemente, presión pedagógica y comunicacional mediante, a la interpretación cómica. Presión que rinde sus frutos cuando en la conciencia colectiva decanta esa visión, y en la individual no queda un solo surco donde sembrar dudas. Solo cabe un credo: Cervantes construyó una obra genial por obra del azar, cuando apenas pretendió burlarse de las historias de caballería, populares en aquella época. Don Quijote es un loco que se asume caballero y autoimpone la misión de hacer justicia, sin evaluar racionalmente las situaciones ni las fuerzas a las que se enfrenta, acompañado además por un torpe labrador que es portador de todas las vulgaridades, a las que suma alguna que otra tontera.

FABRICANDO REALIDADES

«La realidad está definida con palabras”, dice Gramsci. Quien controla el pasado controla el futuro”, sostiene George Orwell. Podemos seguir con citas hasta el infinito. Nada nuevo bajo el Sol: el relato es lo que importa.

Porque detrás de eĺ se construyen realidades. O se imponen realidades, mejor dicho. Sin ninguna inocencia.

TODO PASA … COMO SI NO PASARA NADA

La imposición sucede inconscientemente (por parte del receptor), hasta que el bombardeo logra su efecto y se naturaliza. Igual que se ingieren, sin metabolizar y con dificultad para eliminar del organismo (como si fueran metales pesados), las numerosas frases apócrifas que se le atribuyen a Cervantes; o que fueron extractadas de una de sus obras y atribuídas a otra, en el mejor de los casos. Parte del juego de la ignorancia al que nos somete la enseñanza oficial, más preocupada por las reglas pedagógicas de aprender jugando y enseñarle al profesor, que por dejarle un resquicio a la curiosidad.

Como la coacción educativa comienza en la infancia, y es reforzada durante toda la vida a través de los discursos, debates y demás actos retóricos y teatrales que son marca registrada de los ignorantes que detentan algún poder, los vulgares mortales terminamos por creer firmemente en la verdad revelada que hemos escuchado una y mil veces.

La leyenda negra, por caso, a la que adherimos sin ningún interés por encontrarle algún punto flojo de papeles. O la mencionada comicidad del Quijote. De resultas, y solo por dar ejemplos corrientes, hablamos cotidianamente de acciones “quijotescas” para referirnos a quien va contra la corriente (como si el hecho de hacerlo, otorgara necesariamente la razón a quien lo hace). O calificamos como “quijotes” a funcionarios que trabajan eficientemente su imagen de decencia (como si la honestidad fuera toda la virtud exigible en quien es profesional de vivir del manejo del Estado. A menudo, son más peligrosos los fundamentalistas de la probidad, que quienes son capaces de llevar ese carro a algún lado, en medio del barrial). Justicia poética mediante, la deformación termina siendo, gracias al posmodernismo imperante, una caricatura de sí misma, al punto de que suelen valorarse como “quijoteadas” hasta las actitudes de aquellos que, no solo no ponen nada en juego ni en riesgo, sino que además encarnan el pensamiento que no puede ponerse en duda.

Difícilmente Cervantes hubiese tolerado que su obra sirviera de pivote para visiones románticas ni puritanas de la existencia. O como pretexto para simular debilidad desde posiciones de fuerza, con la homologación de quienes son dueños del poder, y también de las mentes y bolsillos de los que trabajan. Pero aquello que ni siquiera imaginó, el ninguneo de su obra sí lo logró. Es decir, el ninguneo inteligente, el relato.

Relato que, conforme lo adelantado, evita torpezas en su difusión: está destinado a ser creído.

IMPERIOS

Todo imperio se impone por fuerza no solo de fuerza, sino de un cúmulo de herramientas y de factores. Todos, en algún momento, son brutales. Y todos extraen recursos de las tierras conquistadas. En algunos, a la par de la fuerza, importa la incorporación de los nuevos territorios y gentes al propio imperio. Tal vez los romanos, España, Rusia y acaso el Imperio Otomano puedan ser clasificados en esta categoría. Con lo dicho quiere significarse que, en ellos, no deja de haber cierta integración política, mestizaje y conformación de nuevas sociedades locales; parecidas pero no iguales a las sociedades de origen. No siempre coaccionan al uso de una única lengua. Pueden tener cierto grado de aceptación o “vista gorda” hacia el sincretismo religioso, de costumbres e idiomas, aún cuando se aferren (incluso con dureza) a sus lenguas y religiones “oficiales”.

Otros imperios, a la par del garrote, son diestros en negociaciones y persuación. Probablemente los holandeses, anglosajones, franceses y norteamericanos, entre otros, se encuentren en esta categoría, en sus diferentes versiones imperiales. Este tipo de “imperialismo” (tal vez sea más acertado hablar, en este caso, de “imperialismo” que de “imperios”) suele ser mayormente extractivo, y remiso a mezclar colores de gentes. Y es raro que en tierras conquistadas vayan a fundar universidades (por lo menos inmediatamente, como lo hizo España), o se ocupen de estimular el arte, o esforzarse por infraestructuras e instituciones perdurables para los conquistados. Pero su técnica persuasiva incluye invariablemente el relato como herramienta de dominación del pensamiento. El conquistado debe finalmente adherir a su propia conquista, o admitirla con la fatalidad de quien acepta que proviene de una sociedad superior. En las acciones de este tipo de “imperialismo”, puede verificarse que la pelea por la palabra, como método para construir la realidad, no es un descubrimiento de Gramsci.

EL FRIO PRODUCE GENTE LABORIOSA

Al respecto, seamos sinceros: más de una vez debemos haber escuchado acerca de la superioridad de la gente de las zonas frías del Norte de Europa, en relación con las poblaciones mediterráneas que dieron origen mayoritario a nuestra inmigración (¡justo italianos y españoles fueron a venir, más un cocoliche de turcos, rusitos, etc etc ….. si no hubiera sido así, ésto sería como Canadá o Nueva Zelandia!). O del error de haber vencido en las invasiones inglesas (¡qué país que seríamos!).

A DIOS ROGANDO Y CON EL CUENTO DANDO

Para el imperialismo que finalmente predominó (hasta el presente), tal como se ha anticipado, debió ser incómodo que fuera un explorador español quien navegara primero el espacio marítimo entre Sudamérica y la Antártida. La toponimia corrige entonces el disparate histórico, echando a su primer navegante del Atlántico Sur, para adjudicarle el nombre de Pasaje Drake al que debió ser reconocido, hasta hoy, como Mar de Hoces.

En la Antártida, por citar otro ejemplo de nuestra propia geografía, el General Hernán Pujato descubre una cordillera en 1955, bautizándola con el nombre de un pueblo de la provincia de Río Negro, Los Menucos. En 1956 los ingleses ponen las cosas en orden: identifican el descubrimiento argentino y lo rebautizan como Montes Shackleton. Según parece, el argumento fue que si Shackleton hubiera tenido éxito en su Expedición Imperial Transantártica, se hubiera encontrado necesariamente con la cordillera. Es cierto: Shackleton hubiera descubierto esa cordillera, que quedaba en el itinerario terrestre que había planificado. Pero lamentablemente lo hizo un militar argentino. Con el mismo criterio británico, podríamos exigir que nos den la Copa del Mundo 2014, porque jugamos mejor y tuvimos cuatro oportunidades de gol frente a una sola de Alemania. Lástima que anduvimos flojos en la definición, y la única que tuvieron los alemanes fue gol. Que nos declaren campeones igual, porque de cualquier modo, si no hubiésemos errado tanto, hubiéramos ganado el partido. Un dislate, por supuesto. Pero tan insensato como sostener que Los Menucos se tienen que llamar Shackleton, porque hubiesen sido descubiertos por él, en caso de tener el éxito que no tuvo.

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Y es que una política imperialista debe tener su historia. Y difusores locales que hagan de parlantes. Propagandistas estos últimos que, se insiste, con frecuencia y en pleno ejercicio de sus buenas causas, gastan discursos en que echan dardos contra una ensalada de imperialismo, capitalismo, mérito, calentamiento global, la historia que nos han contado, y todo un conjunto de enemigos difusos sobre los que poder articular políticas concretas de tribalismo, autodenigración e irrealismo. A la carta del relato imperial, por supuesto, cuyo éxito requiere que lo combatan de ese modo, tomando al pie de la letra las palabras de Napoleón: “Si tu oponente se equivoca, no lo distraigas”. Pero inútil es pedirle, a gente que habitualmente ha accedido a estudios superiores, que no se autolimite a Focault o Levi Strauss; o a deconstruirse en las cada vez más numerosas universidades y espacios académicos en que, las consignas, tienen más relevancia que la articulación con el mundo tal cual es.

ADJUNTOS

Hay otros que, sin necesidad de intelectualizar tanto, al estudiar una lengua extranjera, así sea solo para propiciar mejores posibilidades de empleo, con la gramática les entra el relato. Lo internizan y a medida que mejor se desenvuelven en la lengua estudiada, más se compenetran con la difusión del cuento histórico que viene en el “attaché”, sin importar cuántos megas tenga.

Difícil que falle. La gente común solo es receptora de adoctrinamiento. Con la presión descripta: un goteo permanente de adoctrinamiento indetectable, que finalmente decanta y se naturaliza hasta hacerse verdad.

GRANDES TEATROS: LA INCOMODIDAD DEL CERVANTES Y EL COLON

Vayamos redondeando alguna idea para esta aproximación al 12 de octubre: el imperialismo anglosajón y noreuropeo (que incluye a la cultísima Francia), requiere de convencer de su superioridad en todos los órdenes. No solo el militar, sino el científico, el legal, el artístico, literario, arquitectónico, histórico, exploratorio, etc etc. Y la superioridad siempre es en relación a otro.

Así fue como Newton debía imponerse sobre Galileo o Copérnico, a quienes se desdibuja. O a los que se reconoce pero en un escalón menor, a la vez que se los pinta enfrentados a persecuciones religiosas, de las que aparentemente otros pueblos habrían estado eximidos. Al margen, pero a modo ilustrativo, el número de muertos católicos irlandeses, a manos de protestantes ingleses, supera probablemente todos los muertos por la Inquisición española a lo largo de toda su existencia.

Una cosa (el número de víctimas) no exculpa ni justifica nada, pero tampoco puede asignarse brutalidad a una sola de las partes, al modo de estigma denigratorio y perpetuo. El mundo era brutal, no solo los españoles, pero a ellos les tocó asumir la titularidad del oscurantismo y las crueldades.

De este modo, al llegarle el turno a la literatura, el testimonio de superioridad del imperialismo dominante debía quedar necesariamente emparentado con Shakespeare. Ese no es un sitial destinado a hijos del oscurantismo.

NO ME MOLESTES, MOSQUITO

Preanunciando la inmortal canción de Jim Morrison y The Doors (¡qué no diríamos si su autoría fuera de un grupo de cumbia villera!), Cervantes era un mosquito incómodo para una Inglaterra que debía demostrar superioridad en todos los órdenes. Picaba y era difícil negarlo. El remedio fue, como se explicó, atribuirle su genialidad a la casualidad, desdibujando su crítica y racionalismo tras una interpretación simpáticamente cómica. De allí viene todo este largo introito.

Porque Colón no deja de ser otro mosquito molesto, que no para de picar. Alguien que se atrevió a cruzar el mar por latitudes medias (en épocas en que siempre se trataba de navegar a vista de costa), que partió con un conocimiento inexacto de las dimensiones de la Tierra y la distancia que debía recorrer hasta “Cipango” (Japón), que navegó a un rumbo base sin poder empalmar con un portulano de arribo (cosa evidente, pero por ello mismo muy significativa), que logró estimar la posición de sus buques con admirable precisión (en época de procedimientos rudimentarios para el cálculo de longitudes y distancias recorridas), que tuvo las condiciones personales de mando para mantenerse firme ante sus tripulantes (que no eran justamente “nenes”, y que en la sucesión de singladuras no venían viendo más que horizonte tras el horizonte), que además desconocía la mecánica de las corrientes oceánicas del área en que navegaba … y que pese a todo ello tiene éxito en completar el cruce del Atlántico, llega a un continente desconocido hasta entonces (mérito que sigue siendo válido, aún cuando él mismo lo ignorara), que además levanta cartografía, inicia el poblamiento europeo y, como si fuera poco, logra regresar … anticipándose a cultos, liberalísimos y educados británicos, franceses, holandeses, alemanes o nórdicos.

Un país tan atrasado y retrógrado como España descubre América. Tan enemigo de las ciencias, que es el que desarrolla el calendario gregoriano, en vigencia hasta hoy … ¿cuánto más habrá que agregar para estimular, al menos tímidamente, una duda sobre los cuestionamientos a los que es sometida la gran aventura del descubrimiento? ¿Qué hay detrás del menoscabo de la figura de Colón?

Cabe reiterar (hasta el hartazgo, si es ello necesario): ¿por qué tanta coincidencia entre relatos imperiales de potencias dominantes … y justicias retroactivas de bienpensantes locales? Por no hablar de historiadores devenidos en dadores rentados de consignas, que desprecian profundamente aprender algo sobre las cosas del mar.

Porque hay que ser claros: solo ignorando el mar, puede soslayarse la aventura de Colón. No hay otro modo. Pero mejor no ahondar demasiado al respecto. Capaz que las más modernas técnicas historiográficas eximan de analizar los contextos, el mundo físico y el ámbito del conocimiento en que los hechos de la historia humana se desarrollaron. Con poner una verdad a priori, el resto consiste en sumar una rosario de citas convenientemente elegidas.  

BANDERA A CUADROS

Llegamos al final de esta reflexión sobre el 12 de octubre. Hora de repostar, al tiempo que podemos apreciar la creciente vandalización de estatuas de Colón y Miguel de Cervantes en los Estados Unidos. Lo que parecía un planteo disparatado unos párrafos atrás, cobra sentido en los hechos comprobables.

Plena coherencia: agarrárselas con el descubridor y con los exploradores españoles del actual territorio estadounidense, evita convenientemente mirarse el ombligo. Si fuera así, es decir si los organizados activistas prestaran atención a sus propias pilchas, deberían proponer, al mismo tiempo que vandalizan estatuas hispánicas, devolverle la mitad de los Estados Unidos a México. Capaz que todos ellos, en definitiva angloparlantes, debieran mudarse a los trece estados fundadores, de manera de hacer justicia retroactiva, pero dando el ejemplo.

No lo harán, porque a la par de agarrárselas con Colón, se la toman también con el autor del Quijote, signo inequívoco del idioma en que pretenden seguir comunicándose con el resto del mundo. Que sea el mundo el que se adapte a su lengua.

No hacen lo propio con Shakespeare ni con Houston. Aquellos militantes son, en definitiva, un subproducto del sentimiento de superioridad y destino manifiesto que caracterizó a los Estados Unidos y el imperialismo anglosajón. No son “WASP”, pero retoman sus banderas. Son “contestatarios”, pero cuando apuntan a Colón y a Cervantes como objetivos de su furia, manifiestan, con toda claridad, hacia dónde va su activismo “antisistema”.

Metiéndose con la España descubridora del siglo XVI, evitan plantearse nada en profundidad respecto al puritanismo esclavizador, e invasivo, que caracterizó la historia reciente de su propio país.

VOLVER

Ya va corriendo demasiada letra. Tiempo de vislumbrar en qué consistió la gran aventura, por qué es irrepetible, por qué fue una de las grandes hazañas de la historia universal.

Es hora de volver a valorar el 12 de octubre, por fuera de consignas ideológicas y tribalistas. El resultado del descubrimiento es una tierra de mestizaje en la que hay lugar para todos los individuos, con independencia de orígenes, colores y antigüedad en el continente. La gremialización de las personas según sus pertenencias a tal o cual origen remoto, o color, o lengua, etnia o lo que fuere, es justamente desbaratar lo mejor que nos legó la colonización española. Distinta hubiese sido la sociedad conformada en estas tierras, de haber pertenecido a la zona de colonización puritana. Quien tenga dudas, no tiene más que ver las tensiones raciales de Estados Unidos, que son de pura y constante actualidad.

Debería volverse al análisis honesto del significado del arribo de Colón. Con todas sus contradicciones, y con todas sus virtudes y sus muchos pecados, propios de un hombre de la época que le tocó vivir. 

Y, finalmente, no deberíamos despreciar el legado de la lengua de Miguel de Cervantes y Juana Inés de la Cruz. Ni esa lengua (que aún estamos a tiempo de seguir hablando), ni ellos mismos, son poca cosa.

EL PROVINCIAL Radio. “Todo el país en una radio”. Es una realización de PROA AL FUTURO RADIO, MARCELO MUCHI Y RICARDO FERRADAS.

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