El hecho de haber nacido en Arrecifes, cuna de grandes pilotos del automovilismo argentino, ser sobrino del gran “Sandokán”, seudónimo del recordado Néstor Marincovich, y ser portador del mismo apellido, a Carlos no fue necesario preguntarle por su vocación. Estaba cantada: ser piloto de TC.

Carlos Oreste Marincovich nació en Arrecifes, el 3 de julio de 1943, y fue uno de los hinchas más enfervorizados y seguidores de su tío Néstor, famoso piloto de Chevrolet que fue figura, particularmente, en los años ’60 y ’61 cuando su “chivo” le complicó más de un domingo a los Gálvez. Quedó en el recuerdo por su apodo: “Sandokán”, que utilizaba cuando corría.

JORGE MUCHI RELATA LA HISTORIA DE CARLOS ORESTE MARINCOVICH

Néstor falleció en 1962 en un siniestro de tránsito y a partir de allí se inició la lucha por la sucesión en la conducción del chivo. Su sobrino Carlos era uno de los mayores interesados, pero su joven edad le impidió resultar agraciado y la máquina fue confiada a uno de los auxilios, 8 años mayor que Carlos, quien también tenía notable interés en hacerse conocer al volante y de hecho lo lograría rápidamente: el santafesino Carlos Alberto Pairetti.

Sin embargo, Carlitos no desistió de su sueño y siguió luchando por conseguir una oportunidad.

En 1964 fue incorporado a las filas del Ejército Argentino para cumplir con el, por entonces vigente, servicio militar obligatorio en un Regimiento de la ciudad de San Nicolás, provincia de Buenos Aires. Curiosamente, mientras estaba bajo bandera surgió la posibilidad de debutar en el turismo de carretera. Era la posibilidad de cumplir el sueño que tenía desde pibe, cuando ayudaba en el taller de su tío y asistía a todas las carreras como auxilio o cumpliendo cualquier tarea que le permitiera estar cerca de los autos. Pero había un inconveniente y era que por ese tiempo no podía disponer libremente de sus actividades particulares, puesto que estaba para servir a la patria.

Con o sin permiso pensaba correr igual, y el 31 de agosto de 1964 debutó con un Chevrolet en la Vuelta de Salto que lo organizo el Club Compañía General de Salto con Pedro Lapadú a la cabeza. Abandonó y no pasó nada. Lo mismo ocurrió tres semanas después cuando decidió participar en las 500 millas mercedinas, pero el problema se presentó tras su notable actuación en la Vuelta de Carlos Casares, desarrollada el 27 de septiembre, más precisamente cuando su superior, un mayor del ejército, leyó la noticia. Algo que, el ya apodado “Ruso Marincovich”, este hombre recibió el lunes los diarios y en uno de ellos había un título que decía: “El soldado conscripto Carlos Marincovich fue quinto en la Vuelta de Carlos Casares…” Imagínense, lo mandó a llamar con mucha bronca y quiso hacerle un lavado de cabeza, prohibiéndome incluso que siga corriendo… “¡No entiende soldado, que si a usted le pasa algo el responsable soy yo!”. Y no hubo nada que hacer. Lo único que conseguió fueron dos días de franco. “Usted va a Buenos Aires y si consigue la autorización, perfecto. Pero yo no se la doy.” Le dijo el Oficial, entonces el ruso aprovecho el franco. Por entonces el Nene. Néstor Jesús García Veiga tenía un tío diputado que era amigo del General Pistarini, quien era el Comandante en Jefe del Ejército. Hablo y logro una entrevista… al pedirle la autorización para correr, el general le contestó “¡No faltaba más, soldado! ¡El ejército está para servir al deporte!”

Cierto es, que Marincovich corrió sin una total confianza en aquella autorización, pero nunca imaginó encontrarse con algunas sorpresas que el Ejército le tenía preparadas. Porque cuando llegó a la ciudad de Zapala, al término de la segunda etapa del Gran Premio Argentino de Turismo Carretera, una banda militar lo estaba esperando para recibirlo con distintas marchas, mientras que, al día siguiente, cuando partió camino hacia San Rafael, se encontró con numerosos soldados apostados a la vera del camino que lo saludaban entusiastas a su paso. No lo podía creer.

El año concluyó con solo 3 puntos cosechados para el campeonato oficial de la categoría, pero eran más que suficientes por tratarse del debut y de todos los contratiempos sufridos, especialmente los extra-automovilísticos. Corriendo ya con el seudónimo “Sandokán II” en honor a su tío, cumplió algunas actuaciones interesantes durante 1965 y terminó en la posición 28 en el campeonato con 4 puntos y medio, pero habiendo dado pelea en muchas competencias disputadas.

Al año siguiente heredó temporalmente la conducción del moderno Chevytú o Chevy Two, de ahí la castellanización del Chevytú, con que Jorge Cupeiro había estado a un paso de coronarse campeón el año anterior. Aceptó el desafío y se dio el gusto de ganar. Fue el 30 de abril de 1966 en el Autódromo de la Ciudad de Buenos Aires y una semana después, en una nueva presentación en el trazado porteño, terminó segundo. Pero enseguida retornó Cupeiro y se hizo cargo del auto.

Carlos Marincovich siguió alternado actuaciones esporádicas y recién en 1968 se produjo su consagración definitiva como figura del Turismo Carretera, logrando dos recordadas victorias al comando de ultramoderno “Chevytrés”, tiempos en que la fisonomía de las máquinas del TC ofrecían hasta los diseños más sorprendentes a la vista, nutriéndose la categoría de modernos prototipos que, debido a su proliferación, demandaron la creación de una nueva categoría: Sport prototipo, donde el Ruso sería un gran protagonista, logrando el subcampeonato de 1969 detrás de Eduardo Copello.

Enseguida, el TC sufrió una fractura dividiéndose en categorías A y B, y aunque Carlos no fue parte de ello, retornó en 1971, año en el que se anotó dos triunfos como piloto de un Torino que contaba con la preparación de Oreste Berta. Uno de ellos en San Juan y el otro en el Gran Premio Argentino, carrera ésta, que todos los pilotos soñaban con ganar.

Ese mismo año se dio el lujo de participar en una competencia de Fórmula Uno Internacional que se desarrolló en Buenos Aires, aunque sin puntaje oficial para el campeonato.

Chris Amon fue el ganador, Carlos Alberto Reutemann terminó tercero y Carlos Oreste Marincovich dio pelea hasta donde pudo, ganando una importante experiencia ante los “monstruos sagrados” del automovilismo mundial.

La Comisión Deportiva de Concesionarios General Motors Argentina, máxima palabra de Chevrolet en nuestro país, por aquel entonces, le dio la posibilidad de volver a la marca con que la había iniciado su trayectoria en el TC, y fue con una “Coupe Chevy”, comenzando una nueva etapa con esa marca que abarcaría cinco temporadas, entre 1972 y 1976, siempre contando con el calificado trabajo de los famosos preparadores: Omar Wilke y Jorge Pedersoli a la postres los preparadores del “Toro” Roberto Mouras.

En el primero se esos años logró una recordada victoria en Chacabuco, anotándose luego una victoria en cada uno de los años siguientes, dado que venció en Viedma en el ´73, 25 de Mayo en el ´74, Bahía Blanca en el ´75 y nuevamente 25 de Mayo en el 76.

Carlos Oreste Marincovich no llego a tener aquella estatua de prócer, pero si una de esas figuras indiscutidas de un virtual salón de la fama nacional de pilotos de autos de carreras. Otro producto de esa fábrica prolifera de ases al volante que fue, y aun es, Arrecifes, un referente del Turismo Carretera en general y de Chevrolet en particular, ni que decir en aquellos tiempos repasar la lista de campeones de entonces es asombrarse por el nivel que había y saber por qué el ruso no logro más, palabras mayores de los ´60 y ´70: Dante Emiliozzi, el “Loco” Luis Rubén Di Palma, Eduardo Copello, Héctor Luis “Pirin” Gradassi, “El Príncipe de Carlos Casares” Roberto José Mouras, Gastón Perkins, el tucumano Nasif Estéfano o el flaco de Ramallo Juan María Traverso.

Había vencido al aterrador coronavirus y a una neumonía, pero la batalla duro un par de meses y el EPOC, derivado del tabaquismo, lo dejaron debilitado para afrontar un shock séptico y una bacteria intrahospitalaria. Cruel, Covid-19, con sus restricciones, ni siquiera le permito ser despedido por sus amigos y sus seguidores y darle un merecido homenaje final. El lunes 7 de junio de 2021 falleció en el Sanatorio de la Divina Providencia en la Capital Federal. Tenía 77 años.

Como los motores se apagan, su máquina también se apagó. Carlos Oreste “Sandokan”, “El Ruso” Marincovich, la historia viva del automovilismo deportivo del país.

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