FLORENCIA CUNEO E ISABELLA CUNEO ALESSIO ENVIADAS ESPECIALES A COLOMBIA

En los municipios de San Gil, Curití y Barichara, en el departamento colombiano de Santander, la hormiga culona no solo es parte de la tradición cultural, sino también un producto gastronómico con fama de afrodisíaco y propiedades medicinales.

La hormiga culona, fácilmente reconocible por su color rojizo, sus alas y su prominente abdomen que le da su nombre popular, se ha convertido en un símbolo de la región santandereana. Según Guillermo Chávez, un lugareño consultado por EL PROVINCIAL NOTICIAS, “a las hormigas culonas no las vas a encontrar en ningún lugar mejor que en esta región”.

Estos insectos, que habitan principalmente en terrenos arcillosos, se alimentan de pasto que transportan a su madriguera – denominación local para el hormiguero – donde crían un hongo blanco que constituye su principal fuente de proteína.

Un ritual natural

La vida de la hormiga culona está marcada por un ciclo anual. Una vez al año, en cuarto menguante, salen del hormiguero. Antes de hacerlo, limpian la madriguera y se preparan para el despegue al amanecer. Primero emigran los machos, seguidos por las hembras, que son fecundadas en pleno vuelo. Tras este proceso, los machos mueren y las hembras caen a tierra, donde se quitan las alas y vuelven a iniciar el ciclo al construir una nueva madriguera y depositar sus huevos.

De la finca a la mesa

En las zonas rurales de Santander, la recolección de la hormiga culona es casi un ritual. Los campesinos utilizan guantes y botas de goma para evitar picaduras, les recortan el pico y las alas, y luego las preparan en calderos de hierro con sal y agua. Durante la cocción, el propio insecto desprende una grasa natural que facilita el tostado, eliminando la necesidad de añadir aceite.

El resultado es un producto crocante, comparable en su textura y sabor al maní, que se consume preferiblemente recién preparado para disfrutar de su sabor auténtico.

Este tipo de hormigas son polimórficas, significa que se desarrollan diferente unas de otras. La reina de mayor tamaño, su misión es poner huevos, las doncellas que la asisten, los soldados de grandes mandíbulas que cortan y trasladan las hojas y finalmente las obreras que recolectan hojas. Pero no hay que olvidar que gracias al hongo es que es posible lograr un alimento sustancioso. Las hojas, los hongos y bacterias producen alimento para la reina rico en aminoácidos a partir de una biomasa de hojas y saliva de hormiga. Se propone una relación simbiotica mutualista, todo un sistema colectivo que garantiza el ciclo vital de estos organismos que se complementan para obtener alimento y reproducción.

Tradición y creencias

Más allá de su valor gastronómico, a la hormiga culona se le atribuyen cualidades afrodisíacas, así como propiedades analgésicas y antiinflamatorias, lo que refuerza su fama y la mantiene vigente como parte del patrimonio cultural y culinario de Santander.

Para la Dra. y Lic. en Nutrición Florencia Cuneo, una de nuestra enviadas especiales, cuando uno visita lugares, conocerlo incluye poder probar de sus tradiciones alimentarias. Está es sin dudas una experiencia inmersiva con todos los sentidos. Muchas veces resulta placentera…otras extraña. En los dos casos nos permite generar una conexión con el lugar, su gente, su geografía y naturaleza. Sin duda éstas experiencias crean recuerdos memorables de esos lugares. Por familiares, desconocidos, curiosos… Comer nos acerca al paisaje que visitamos. Las hormigas culonas son un atractivo reconocido del sur de Santander y tal es así que encontramos hasta homenaje a ellas en el parque de la ciudad de San Gil, imánes y otros souvenirs. 

El sabor era crocante como pochoclo o pororó y untuoso como morder grasita derretida”, así lo describe la Dra. y Lic. en Nutrición Florencia Cuneo, para culminar diciendo “no me resultó desconocido su sabor, creo que si fuera santandereana las hormigas culonas serían una fiesta a mi paladar una vez al año!

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