Por Ing. Sergio Osiroff. Docente de la UTN – Facultad Regional Tierra del Fuego. Integrante del grupo de desarrollo logístico “UTN Antártida Argentina”.
El extraño caso de Pepe Mujica y Mr Hyde
Hace diez años, ante el arribo al puerto de Montevideo de pesqueros con bandera de Malvinas, el gobierno argentino reaccionó y logró que el Mercosur restringiera el ingreso, a países del bloque, de buques que enarbolaran dicha enseña.
Lo relevante fue que la iniciativa la formalizara el entonces gobierno uruguayo, a cargo de Pepe Mujica. E interesante también releer sus palabras, tal como aún hoy las presenta el portal de la BBC en español: «No tenemos nada contra Inglaterra, pero mucho a favor de Argentina», dijo el presidente uruguayo, Jose Mújica (SIC), quien además aclaró que la decisión «implica, por el momento, considerar que el territorio es una posición colonial inglesa en nuestra América y en consecuencia, no puede reconocerse su bandera».
El resultado concreto, es decir el que surgió de los goles y no el de haber jugado lindo, no se hizo esperar: los buques siguieron operando en Malvinas desde Montevideo, pero directamente con bandera británica. La “izquierda” uruguaya, en la presidencia, había cambiado a Mujica por Mr. Hyde.
Y nuestro país, feliz de haber jugado para la tribuna. Aunque no haya llegado a octavos, porque al fin de cuentas le llenaron la canasta a pelotazos. Claro que con la TV repitiendo festejos de otro partido.
La caridad bien entendida, empieza por casa
¿Es malo Pepe Mujica? No. ¿Se comportó mal con la Argentina? Tampoco. Al contrario, fue el “presentador” del proyecto. ¿Son malos los uruguayos? No. ¿Y entonces? Una sola respuesta: intereses.
Intereses del puerto de Montevideo por prestar servicios, carenar buques, proveer combustible y tripulantes, promover empleo uruguayo. ¿Qué habría de extraño en que, al Uruguay, le interesara “vender” y expandir su principal puerto, como proveedor de servicios a los buques que operan en el Atlántico Sur? ¿Qué ganaría, el Uruguay, cerrando su puerto a la flota pesquera que opera con permiso de la ocupación de Malvinas?
Hay una cuestión de mera lógica: a Pepe Mujica o a cualquier otro presidente uruguayo, le pagan el sueldo para poner en primer lugar los intereses de los uruguayos. Lo mismo esperan los brasileños de su presidente, y lo propio de los suyos los de Rusia, o Estados Unidos, o Guinea Ecuatorial e incluso los de la Luna.
Realismo crudo y descarnado. Sin ningún ingrediente de sentimentalismo.
Ring raje
Entre las múltiples lecturas sobre la cuestión de los buques con bandera malvinense, vale la pena detenerse en la mencionada nota de la BBC. Su título es revelador: “El veto a la bandera de Malvinas/Falklands, golpe a la flota… española”.
En primer lugar, hay que reconocer esa exquisitez británica en el empleo de la palabra y la cortesía, como herramientas para el enmascaramiento de la fuerza. Son Maestros, en mayúscula. Hacen la suya, la que les conviene, pero descolocan a propios y ajenos con la amabilidad. Que la propia BBC llame a las islas “Malvinas/Falklands”, es para un manual de manejo de relaciones públicas, institucionales y hasta de cuestiones conflictivas. A gente como nosotros, habituados a plantear conflictos con emotividad ingobernable, cosa de progresar las crisis empezando por el final, es decir desde el apriete, el escrache o la acción directa, nos puede descolocar semejante trato, deliberadamente agradable.
Quienes han pescado en aguas próximas a Malvinas, pueden dar fe de que no se trata de un tema inhabitual. Al contrario. A uno lo sobrevuelan o le sale al cruce un buque de la Royal Navy, y a las islas se refieren normalmente como lo hace la BBC, solo que usualmente al revés: Falklands / Malvinas. Si uno se metió y lo echan, como le ha pasado –pila de años atrás– a quien suscribe, es como que, al tomárselas, hasta dan ganas de darles las gracias, mientras desea que las múltiples, ilustrísimas y diversísimas autoridades argentinas de todas las reparticiones con responsabilidades en la gestión pesquera y marítima, lo trataran tan bien como los británicos que lo acaban de rajar.
El segundo tema del título, es decir el “golpe a la flota … española”, es tal cual, porque gran parte de los buques afectados no eran, en el caso planteado, sino españoles.
Pedido de perdón para sensibles: no fue el Caudillo
De más está recordar que la irrupción en masa de la flota pesquera española, tanto en aguas internacionales y nacionales del Atlántico Sur, como especialmente con permisos de la ocupación británica, es un honor que le correspondió, con casi exclusividad, al gobierno del Partido Socialista Obrero Español, encabezado por Felipe González.
Malvinas queda en Europa
Luego del citado González, se sabe que España recayó en el oscurantismo, de la mano del facha y retrógrado Partido Popular. Hasta que nuevamente se hizo la luz y volvió el socialismo liberador, de la mano de un tal Rodríguez Zapatero. Este es el sujeto bajo cuyo gobierno, España aprobó el Tratado de Lisboa.
¿Qué tiene que ver lo que se dice con el Atlántico Sur? Sencillo: el Tratado de Lisboa, constitución de la Unión Europea, reconoció a las Islas Malvinas como territorios británicos. Es decir, territorios europeos extra continentales. Con lo cual y al margen de que, años después, el Reino Unido se separara de Europa, puede decirse que a las grandes victorias históricas argentinas, podría sumarse Lisboa.
Socialistas no faltan, lo que faltan son financistas
Por la plata baila el mono. Y los socialistas, para no ser menos, se suman al bailongo. Tanto que, para hacerla corta y tal como se ha dicho, el gobierno del muy progresista Felipe González, mientras se ocupaba de desindustrializar España y flexibilizar las condiciones laborales de sus trabajadores, se hacía de un tiempito para acordar, con la ocupación británica de Malvinas, la extensión de licencias para la flota pesquera española. Lo cual afianzó y otorgó oxigenación económica a los británicos en el manejo del conflicto con la Argentina. Luego, y durante el gobierno del también socialista Rodríguez Zapatero, España se sumó a que Malvinas fuera territorio europeo. La nación que había demostrado empíricamente la redondez del mundo, cinco siglos después lo amasaba a su antojo. Mejor dicho, al antojo de sus mandantes.
Intermedio milonguero: Pipistrela
Nadie entonó mejor ese tango que la voz de Tita Merello: “Es mejor pasar por gila, si una es viva de verdad”.
Y si. Zapatero podía poner cara de portador de idealismo (a buen entendedor…). Hasta llevaba a cabo acciones que parecían apuntalar esa faceta de su personalidad. Como por ejemplo ser promotor de una de las grandes iniciativas del humanismo moderno. Nos referimos al proyecto de “Alianza de Civilizaciones”, suerte de jardín de infantes a escala planetaria que, bajo la dirección de las Naciones Unidas, se dedicaría a hablarle a los malos, para convencerlos de que se hicieran buenos.
Pero no resultó tan idealista. No.
Lenin, el gran revolucionario, es decir revolucionario en serio, se equivocó cuando sostuvo que el izquierdismo era una “enfermedad infantil” (del comunismo). No es una enfermedad, sino una postura que, con convenientes pilchas y adecuada labia, tiene levante. Y además provee, a quien sabe que no va a cambiar nada (ni ganas tiene de hacerlo), la pinta de que lo va a cambiar todo. Esa percha progresista, por supuesto, tiene mucho valor. Y lo que vale, se sostiene con plata. No se conoce casi de progres que no sean rentados. “La pinta que Dios me ha dado, la tengo que hacer valer”, remataba Tita de Buenos Aires. Pedimos disculpas a la izquierda por haber pronunciado la palabra Dios. La culpa es de Tita.
No solo a España apunta la fiscalía soberanista
China, Taiwan, Corea del Sur y Japón, son otros de los malvados actores que representan un papel de enorme importancia en el Atlántico Sur. No incluimos a Nueva Zelandia ni Noruega porque es evidente que, para los preceptores locales del discurso soberano, se trata de países que no afectan en absoluto los intereses argentinos sobre espacios y recursos marítimos. Le corresponde a los españoles la representación exclusiva de Occidente. No vaya, por favor, a mal pensarse en Leyenda Negra ni insinuaciones del autor al respecto.
Realismo mágico
Para rematar el asunto con un dejo de seriedad: nada de lo que ha sucedido ni sucede en el Atlántico Sur y en Malvinas (ni Antártida), tiene que ver con otra cosa que con intereses políticos, económicos y lógica de Estados. Acá no solo juegan los derechos históricos, las vociferaciones para consumo interno, los reclamos o las hermandades, entre otros criterios y acciones reiterativas. Acá no se trata de Madres Patrias (en plural, porque bastantes connacionales hay que parecieran que tuvieran más de una), ni mucho menos de ideologías ni nada por el estilo. Acá se trata de intereses. Nada de amor: geopolítica y economía. La prioridad es para los míos, y que los demás se las arreglen con las sobras. El resto es cháchara.
Chamuyo y final
A lo que vamos, para cortarla de una buena vez: muy lindo es patalear por “pescas ilegales”, enfervorizarse por ciudades flotantes más allá de la milla 200, o “concientizar” pública y rutinariamente sobre lejanos límites marítimos, bicontinentalidades y cartografías de discursos hegemónicos. Varias de las instituciones que lo hacen, parecen en rigor abrirse lugar a los codazos entre las restantes para hablar más fuerte y, si es posible, tener mejores posibilidades de mojar la medialuna en el café con leche de los fondos públicos.
Muy bien está el rechazar, airados, cualquier intento por encarar la cuestión Malvinas desde un abordaje profesional, cuando éste no armoniza con nuestro criterio apriorístico. O publicar mapas oficiales con el Sur arriba pero olvidándonos de poner, al menos en bastardilla, “Mar de Hoces” junto al nombre de Pasaje Drake.
Corría 1824 cuando George Canning, quien moriría siendo Primer Ministro británico, sostenía, después de la batalla de Ayacucho, que “Hispanoamérica ya es libre. Y si llevamos bien nuestros negocios, será nuestra”. Faltaban nueve años para que los ingleses ocuparan Malvinas, y nada es casualidad. Ni Canning, ni la ocupación de Malvinas, ni los socialistas socarrones de afuera, ni las izquierdas infantiles de adentro, ni Pepe Mujica. Ni nosotros mismos y nuestra soberana superficialidad para hablar de soberanía.
Solo el realismo descarnado vale. Y el rigor analítico, dejando las emociones de lado y los discursos intrascendentes. Y valen la constancia y la paciencia, que también hacen lo suyo cuando se aplica la inteligencia y se planifica sobre la realidad. Los impulsos que se esgrimen a partir de sueños o preconceptos, quedan allí. Los resultados no le pasan bola a los sueños.
Milla 201
Se trata del mar y de inmensos espacios vacíos, plenos de recursos. Allí no hay quien haga buen pie solo con buenas intenciones.
Vivimos hablando de soberanía. Mucha soberanía. Pero en Ushuaia, para buscar un ejemplo práctico, llevamos treinta años de desembarcos descomunales de pescado, sin agregarle casi valor en tierra. De esto último se ocupan en el extranjero.
Si, por citar otro rubro de la actividad marítima, nos vamos al Paraná (que es sabido que pasa por el medio del territorio nacional), veremos que de cada 100 buques que lo navegan con flete regional fluvial, solo 2 son argentinos. Dan ganas de decir, con aire plebeyo: “venime a dar clases de soberanía en la hidrovía, dale”.
Y si finalmente volvemos a la pesca y nos fijamos en el INIDEP, el instituto que en teoría debiera dedicarse no solo a la investigación pesquera sino a su desarrollo … encontraremos que encarga el diseño y construcción de sus buques oceanográficos en el exterior. Entretanto, una universidad pública argentina, la Universidad Tecnológica Nacional, recibe premios internacionales por el diseño de buques. Entre ellos, casualmente, el de una embarcación de investigación pesquera. Con institutos dedicados con tal énfasis al “desarrollo” pesquero, ¡para qué querremos universidades públicas y astilleros! Mucho menos astilleros a pocas cuadras y en el mismo puerto en que se encuentra el INIDEP.
Después nos preocupan las “ciudades” de buques en la milla 201.
Estamos para un psicólogo de países.
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