Para EL PROVINCIAL Sergio Osiroff. Ingeniero pesquero – Docente de la UTN Facultad Regional Tierra del Fuego. Marino Mercante

1er acto: Milonguerita

Qué vachaché

Tengo un conocido que, incursionando en la arena política, sufrió el síndrome de la palabra empeñada, del que no pudo nunca recuperarse del todo. La cuestión es que, aunque lo intentara de mil formas distintas, le costaba faltar a ella. “Tan joven y con tanto futuro”, se afligían los más experimentados reos de la militancia, con trayectoria en el sagrado deber de hacer trampas, asegurarse tener siempre a mano alguien a quien obedecer, y carecer de pudores para vivir del prójimo.

Igual que con los futbolistas que se rompen los ligamentos cruzados una y otra vez, la cuestión fue que el hombre había quedado minusválido para cualquier cargo ni disputa política. En cuanto lo convocaban de nuevo, se calzaba los cortos, ilusionado. Pero era al divino botón, porque su lealtad lo traicionaba al toque y la roja no tardaba en venir. Expulsado del campo de juego de los servidores públicos.

En un feca de atorrantes

Ante la persistencia de su vocación de servicio, cosa propia de idealistas que, por más que lo intenten, nunca le encontrarán el gustito a empacar moneda acuñada con el laburo de los demás, le sugirieron probar suerte política en una de las tantas y nuevas universidades argentinas. De las que suelen multiplicar, una tras otra (no todas), maestrías en darse corte. Y en las que pululan vinculadores, suerte de parroquianos especializados en disputas por mojar la medialuna, en tazones de café con leche de fondos públicos. Para articular con emprendedores en la prospección de fondos. De guita ajena, no hace falta aclarar.

Te acordarás de este otario

En principio, podemos decir que se trataba de un consejo razonable, siempre y cuando se ignorara su secreto mejor guardado. Porque, graduado con medalla de oro, en las noches de luna llena se convertía en un tipo con calle. Cosa que, con voluntad férrea, trató de superar mediante terapia: hizo una maestría en territorialización social de la cuarta dimensión.

“Territorialización” costó, pero salió. Tanto del trabalenguas, como de la CONEAU.

Piantao

¡Para qué! Resultó peor. Es cierto que, en el gobierno de estas recién estrenadas “Casas de Altos Estudios” se cuenta, para protegerse de la suspicacia pública, con mejores sombrillas de buenas causas que cualquier gobierno destinado a hacer guita. Es decir hacer guita con los papanatas que, todavía, creen que para vivir hay que trabajar. Y que encima tienen la obligación de demostrar, sea en nación, provincia, municipalidad, la administración comunal de la otra cuadra, o todas juntas a la vez, haber gatillado y tener al día las autorizaciones pertinentes para laburar. Aunque parezca mentira, todavía hay gente, en este país,  que cree en el trabajo.  Y después se dice que no son tiempos de fe …

Hablando en criollo, el apostolado de la educación superior es mejor que una intendencia o una concejalía. Incluso que una presidencia del orbe. Hasta los nombramientos de amigotes, o los cambios de opiniones de consejeros votados para una cosa y comprados posteriormente para otra, “tienen ese que se yo, ¿viste?”, que otorgan alguna indulgencia plenaria. En este caso de la mano de Piazzolla.

Milonga del consorcio

La dinámica del cogobierno de las nuevas universidades argentinas, requiere a menudo no solo de un estómago de acero al cromo níquel, sino de reuniones de consejos de cuatro, cinco, seis o más horas para tratar órdenes del día. O sea del día, de la noche, y capaz que haya que cambiar el calendario gregoriano por el académico, con más bisiestos para más reuniones. En youtube se las puede admirar. Un poco solemnes en el trato de los unos para con los otros, pero no obstante recomendables para los amantes del sainete. Aunque lo que habría que subir a la red, en procura de publicidad (consejo que damos gratis), son las reuniones particulares para hacer trenzas del más diverso número de colores y parcialidades. Todes al salto por un bizcocho y una bizcocha, jugando de influencers tras el noble propósito de la educación popular.

Se sospecha que hay ayudantes, de ayudantes de ayudantes, de suplentes de ayudantes de trabajos prácticos, que se ocupan de dar clase. Y enseñan jugando, porque han hecho las materias pedagógicas.

Ni el tiro del final

Reuniones, volviendo a ellas, con dardos cargados de respeto para arrojar, con toda solemnidad, en público. Y con punta embebida en descalificaciones para hacerlo en privado. O, a veces, creyéndose en privado. La Argentina está tan llena de vivos, que ha quedado muy baja la vara de la viveza, de modo que cualquier pajarón con diploma logra superarla. Pero como donde todo pasa, nada pasa, la mochila con el arsenal de traiciones y tonterías no tiene peso alguno.

¿Qué culpa tengo si has piyao la vida en serio?

Aquí, la imposibilidad de nuestro lesionado moral residía en que, su capacidad diferente, o su lesión incurable, según quiera verse, venía con el agravante de su alta valoración por el trabajo. Cosa también propia del idealista actual. Y circunstancia, a su vez, que caracteriza al relativismo vigente: los idealistas terminan siendo, en rigor, no los que idealizan, sino los que abordan la realidad material tal como es.

Hoy en día, el idealista es el que la yuga, el que gasta suelas. El que construye una casa. Quien tiene un comercio,  quien atiende una bulonera, quien maneja un tacho, quien se moja a bordo de un pesquero (sin tiempo para organizar eventos de pesca responsable), quien es maletero o conserje, y así sucesivamente … todos los que producen algo y, al hacerlo, se cansan físicamente. Son esa clase de inadaptados los idealistas del Siglo XXI.

Cosas del posmodernismo y su obligatorio cambio de roles. A la corta o a la larga, todos nos acostumbramos. Dejándose constancia de que en el último punto finalizó la oración.

Sergio Osiroff. Ingeniero pesquero – Docente de la UTN Facultad Regional Tierra del Fuego. Marino Mercante

Rechiflate del laburo, no trabajés pa los ranas

La cuestión es que al ñato le quise dar una mano, aún a sabiendas de su minusvalía, que puede volverlo poco permeable a los buenos consejos. Y en esa falta de permeabilidad, arrastrar a otros. Al suscripto por ejemplo. Al grano. Le encargué que recopilara datos estadísticos sobre el modelo pesquero fueguino. Ando con ganas de redactar un paper, y he decidido ponerme a mí mismo al principio y al final de su autoría, concediéndole a él, que es quien iba a hacer el laburo, en el relleno del medio.  Más alguna promesa vaga de pescar media dedicación docente. Con o sin red.

Que la razón, la tiene el de más guita

Mala mía, que no me avivé que era luna llena. Justo le hice el encargo un día en que el tío andaba con calle, de modo que al vuelo cachó lo que no debía ver, entre las miles de palabras, actas y resoluciones de toda índole, detrás de las que se parapetan las cosas de las que solo los interesados directos tienen que enterarse. Y me lo largó:  “¡no sabés lo que encontré”. Ya arrepentido, sin haberlo siquiera escuchado pero sospechando lo peor, le pregunté, “¿qué encontraste”.

¡Escuchá bien!: “A fin de ponderar la mano de obra ocupada, las inversiones y la producción elaborada respecto de cada buque, los datos de cada uno de ellos se han establecido en forma proporcional a sus capturas”.

Sola, fané, descangallada, la vi esta madrugada, salir del CFP

¡Será posible! No le había llevado más que un par de horas encontrar esa acta, muñeca brava y vigente. Acta del Consejo Federal Pesquero Nº 48/07. Casi de Garufa, ¡si la habrán visto en el Parque Pesquero Japonés, junto a clientes de otros barrios del mundo! Y algunos de por aquí. Pocos, pero de los que saben. Según algunos mal pensados, demasiado.

Meta champán, que la cuota se te escapa

¡Claro! A nadie le dirá nada esa acta. ¡Y Tierra del Fuego que le debe tanto! La cosa es que en mi descuido de no considerar el mes lunar, este imprudente al que quise ayudar, me obliga a no cortarla acá. Y encima el acta cumple quince años y se viene la fiesta. Y con ella, los muchachones invitados a la juerga pesquera fueguina. Todos deseosos de que siga el carnaval. En fin, no queda otra. Tendremos que seguirla. Como cuando la tuvimos en brazos y nadie quería creer que, en algo tan recién nacido, tan lleno de inocencia, se escondiera el mostro.

El mostro que llenó de palabras a cuanto gobierno engordó desde su nacimiento, y dejó sin laburo a miles. Pero bueno. Dejar sin trabajo a los que no son de gobierno, no deja de ser testimonio de buen gobierno. Vivimos en la Argentina, después de todo.

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